El Narco

Guadalupe Cruz



─ ¡A las armas, tijuanenses, los narcos vienen a saquearnos,  robarnos,  llevarse a sus novias, reclutar a sus hijos y plantar hierba en nuestras casas!
El presidente… Esta pelea no es para defender al presidente que no ha hecho nada por proteger lo que tenemos de valor, nuestras familias y nuestras tierras. ¡La causa que defenderemos es esta: la de nosotros, la causa de Tijuana porque aquí empieza la patria!
       Era el 13 de Septiembre de 2012: diez camionetas Cheyenne negras se habían presentado frente a la Plaza Río Tijuana y toda la gente estaba en la mayor consternación y angustia, contemplando aquel aparato hostil. El valiente y noble jefe de seguridad Clemente Domínguez, de acuerdo con su cuadrilla de polis, daba sus disposiciones y órdenes para defender la plaza…
Aproximadamente a las seis de la tarde, mientras todos los clientes se mantenían encerrados en las tiendas protegidos solamente por el vidrio de los aparadores, se vio venir en la carrera a un mensajero de FedEx, bañado en sudor… balbuceaba porque era tartamudo, así que no se le entendía nada de lo que trataba de decir.

─ ¡Por San Judas! Habla de una vez le gritó Juan Pérez  ¿qué hay? ¿si son los narcos?
─ Ssss…si… n… no vi bbb.. bien, ppp…pero estoy se… seguro que es… Gi… Gilberto el Chilango.

“¡Gilberto el Chilango! ─ exclamó la azorada multitud y en aquél momento una estupefacción general se esparció rápidamente ─ ¡Gilberto el Chilango! ¡Santa María de las Tunas! ¿Quién resiste a Gilberto el Chilango?, ¿quién puede entorpecer la rapidez de su pistola?, ¿quién contiene su brazo asesino?, ¿qué mitigará su sed de poder y dinero?”
        Tan temerario que era el jefe de seguridad Domínguez, no dejó flaquearse por la noticia que trajo  el tartamudo mensajero de FedEx.
Conocía perfectamente a Gilberto el Chilango, de quien era tío y sabía que era capaz de todo por vengarse de quien no lo había contratado en Sears por tener un tatuaje en la espalda. Su nombre tenía una terrible fama de sangre. Como el Mocha Orejas, Gilberto había rebanado las orejas de un grupo de rehenes para luego mandarlas en cajas a los familiares a cambio de una gran recompensa. Muchos años de narcotráfico en el norte habían logrado estremecer a la pacífica población de esas tierras y su nombre bastaba para que se orinaran del espanto. Sin embargo, era más importante proceder a serios preparativos, y al efecto, el jefe de seguridad Domínguez dirigió un discurso a los clientes de la plaza para excitar su patriotismo y lealtad, haciéndoles entender que no debían temer a ningún enemigo, siempre que se le enfrentase con una buena carga de plomo a sus tentativas, y que en el nombre norteño, el honor tijuanense estaban directamente interesados en el éxito de aquella jornada.
       El vigía del Costco llegó y afirmó cuanto dijo el mensajero de FedEx. Gilberto el Chilango se había bajado de su troca para acercarse a la plaza caminando, entrar por las puertas de Suburbia, donde hace unos años estaba un restaurante chino, e internado en la plaza. Era seguro que ya estaba en territorio consumista y tal vez dentro de algún baño, porque aún no se había subido a su camioneta al ocultarse el sol.
        Esto acabó de alarmar a la gente y ya no tuvieron tiempo de hacer las últimas compras para sus fiestas patrias y alejar a sus familias de aquél escenario, hasta que llegase el cuerpo de militares que había pedido el cuerpo de seguridad de la plaza. Cuando a las diez de la noche el gerente del Starbucks dio parte del saqueo que habían realizado los narcos en su cafetería, ya la plaza estaba en actitud de defensa, aunque no contaban más que con nueve polis, pues los de intendencia se retiraron a la azotea de inmediato.
        Víctima del bárbaro furor de aquél narco detestable había sido el año pasado el poli Eleuterio Martínez, jefe de seguridad de Macro Plaza Insurgentes. Gilberto el Chilango sorprendió aquella plaza y pasó a pistolazos a los que no tuvieron lugar a escapar anticipadamente de su furor. Martínez fue del número de estos desgraciados. 


¿Te gustó?



Si es así, te invito a que leas El Filibustero de Justo Sierra O'Reily, obra de la cual surgió esta "calca". 

1 comentarios:

  1. Este cuento me gusta bastante. El tono se me hace fantástico!!! Muchas felicidades.

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