Sonia Jimenez
“When her loose gown from her shoulders did fall, And she me caught in her arms long and small; And therewithal sweetly did me kiss And softly said, Dear heart, how like you this?”
― Sir Thomas Wyatt
La ventana abierta traía con el viento lo negro del cielo y de tu recuerdo. Mojaba mi cara el olor a verano, y las cortinas dibujaban, entre aires, siluetas encendidas. Esa noche, suspendida en tus brazos, como siempre, como nunca, mientras el aliento murmuraba tu estructura, en silencio miré —más que a tus ojos contenidos— a la poesía estrechar nuestra piel. Entendí que tu cuello apenas soporta el abrumo del pensamiento, que la voz son tus manos y no tu boca. Tu boca marchita de versos, tan sólo ceniza esparcida sobre hojas blancas.
Ese instante fui agua, navegué por tus piernas con mis manos pronunciando lo que no podía, miré en tus ojos mis ojos inundados y fui tu cuerpo encadenado al frío. Esa noche escuchamos el humo de las frases de Balzac entre nosotros: construía muros que caían con soplidos. Los traspasamos. Bajo los cuerpos, se formaron las calles de París. Acompañada de fantasmas, caminé sobre Rue Saint Honoré. Escribiste versos sentado al borde del río Seine, mientras Nôtre Dame, al mirarnos, anhelaba no ser piedra.
Esa noche, cuando posé mi mano sobre tus letras y pregunté en un descuido: «¿Mon coeur, ça te plait?», te perdí en el instante en que abrí los ojos y te volviste desvelo.
"Ceniza sobre hojas blancas"
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